Monta tu propio Home-Studio (y II) |
Escrito por Freebird |
Miércoles, 18 de Noviembre de 2009 20:57 |
Hace unos días en el portal de Guitarramanía repasábamos la gestación de un estudio de grabación casero a partir de unos elementos esenciales. Vimos cómo una tarjeta de sonido se convertía en la columna vertebral del estudio, puesto que hacia dicho dispositivo parte el sonido antes de digitalizarse y penetrar las entrañas de nuestro ordenador. Vimos qué accesorios eran necesarios para recoger dichas ondas dependiendo de su origen (un micrófono para voces, previos, batería electrónica incluso) y empezamos a vislumbrar la segunda parte de este monográfico adelantando términos como secuenciador ó plugin. Es importante discernir que habíamos dedicado la primera parte a digitalizar el sonido de nuestras voces e instrumentos de manera relativamente sencilla, pero no habíamos explicado nada de la integración de todas esas ondas digitalizadas en un sistema informático. Sobra decir que para montar un estudio de grabación casero en condiciones tendremos que hacernos con un ordenador, que puede ser de sobremesa o portátil, y que cuanto más potente sea mejores resultados obtendremos. La elección de un PC o de un Mac es totalmente subjetiva: hoy en día el mundo de la grabación es ambivalente en este aspecto, puesto que existen drivers (controladores) para todos los dispositivos, secuenciadores y plugins específicos para cada tipo de sistema operativo. A la hora de la verdad, lo que cuenta es el rendimiento del equipo en función de la carga de trabajo a la que le sometemos. Veamos en qué se convierte el sonido de nuestro grupo una vez entra en las tripas de nuestro ordenador. Ya sea a través de MIDI, de conexiones XLR ó TRS, el sonido que hemos recogido de nuestras voces e instrumentos, vía nuestra tarjeta de sonido, se almacena en nuestro disco duro y queda reflejado bajo forma de ondas (de hecho se almacena bajo el formato de onda, wav) en diferentes pistas de nuestro secuenciador. ¿Qué es un secuenciador? Un secuenciador es aquel programa ó software que permite grabar el sonido que generamos, organizarlo, editarlo y procesarlo para convertirlo en una canción. La mayoría de los lectores de este portal habrá visto alguna vez o habrá manejado un secuenciador como ProTools, Cubase o Sonar. Si la tarjeta de sonido es la clave de nuestro hardware, el secuenciador es clave de nuestro software. Un secuenciador ofrece, bajo una interfaz más o menos compleja, la posibilidad de trabajar a tiempo real con las muestras de sonido que vamos creando para, poco a poco, ir tejiendo la estructura de una obra musical. Cada proyecto tendrá el número de pistas virtuales que queramos asignarle y se almacenará en nuestro disco duro. El aspecto del secuenciador clásico viene definido por la herencia de los estudios de grabación analógicos, por lo que tenemos un mezclador virtual que recrea las mesas de mezclas de toda la vida y muchos botones y controles bien organizados en secciones y barras de herramientas que emularán el funcionamiento de una de estas mesas. Una pista puede silenciarse (mute), escucharse sola (solo) silenciando al resto, copiarse, eliminarse, etc. Podemos aplicar toda clase de efectos, panoramizaciones y ecualizaciones a cada pista, así como controlar todos los parámetros de todas las pistas juntas ó de grupos de varias pistas. La libertad que ofrece un secuenciador digital hace que todas estas herramientas estén al alcance del gran público, y puesto que no son difíciles de usar (al menos de forma elemental), entendemos porqué cada vez más y más músicos optan por montar su propio estudio casero. Todos los secuenciadores funcionan de forma similar: trasladan el sonido a una pista (en la que previamente habremos accionado el botón de grabar) y el usuario da forma a una canción mezclando todas las pistas. Si bien es posible obtener un resultado decente o incluso muy bueno, el arte de mezclar exige de ciertos conocimientos previos en cuanto a sonido y sobre todo se basa en la acumulación de muchas “horas de vuelo” tras los controles. Con el tiempo y un poco de ayuda todo el mundo es capaz de editar un proyecto e ir descubriendo poco a poco los secretos de una de las profesiones más infravaloradas en el mundo de la música, la de ingeniero de sonido. A la hora de realizar una grabación profesional, es el ingeniero quien, bajo las órdenes del productor, edita las pistas de audio y es en buena parte gracias a su destreza que un grupo consigue “ese sonido” que le define. Lo primero que hará nuestro secuenciador por nosotros será ayudarnos a crear el esqueleto rítmico de la canción, por lo que antes de realizar ninguna grabación sonora convendrá decidir el tempo de la canción, definir cuantos compases tiene dicha obra, y señalar los cambios de tempo (velocidad) en la barra temporal del secuenciador, en el caso de haberlos.
Pero también existen pistas de otras clases. La inclusión de sintetizadores virtuales a nuestro secuenciador (sintetizadores de percusión como los que vimos en la entrega anterior, o sintetizadores con teclado al estilo del legendario Jupiter 8 de Roland o el MS-20 de Korg, crean pistas adicionales en nuestro proyecto. Por un lado, pistas de control de sinte y por otro pistas MIDI, muy útiles a la hora de retocar manualmente cualquier nota. El protocolo Musical Instrument Digital Interface (MIDI) es un gran aliado del creador musical: en una pista MIDI pueden dibujarse notas y figuras que luego serán interpretadas por cualquier instrumento virtual y que podremos retocar nota por nota a nuestro antojo (ya vimos lo importante que esto era a la hora de añadir una batería sintetizada). La masterización es el arte de preparar el archivo de onda de audio definitivo para ser plasmado en un soporte de audio definitivo como por ejemplo un CD. Es importante aplicar a nuestra onda una normalización de nivel de volumen, generalmente a 0 decibelios (db), para que el volumen de la canción no sea ni demasiado alto ni demasiado bajo. Es posible, si deseamos matizar ciertas frecuencias, aplicar una ecualización definitiva a todo el proyecto (ojo, volver a normalizar después) y por supuesto aplicar efectos globales en caso de que la canción lo requiera. Todos estos pasos deberán efectuarse antes de la normalización, especialmente la aplicación de un efecto para toda la canción. Dependiendo de la dinámica que queramos conseguir (en los tiempos que corren, esto es casi una obligación), será muy importante aplicar una compresión a toda la onda de audio, para conseguir un empaque mayor. Estas alteraciones propias a la masterización pueden efectuarse desde el propio secuenciador, abriendo el archivo wav como un nuevo proyecto o desde cualquier software medianamente avanzado de edición de onda como el Nero Wave Editor (incluido en la suite Nero) o el Wavelab. Una vez aplicados los efectos globales, comprimido, ecualizado y normalizado, estamos en condiciones de guardar los cambios para obtener de forma más o menos definitiva un archivo wav poderoso que podremos pasar directamente a CD. En función de las anomalías encontradas tras la primera escucha del disco en el coche (id armados de boli y papel para apuntarlo todo), tendremos que volver más o menos veces al secuenciador para ir “puliendo” los detalles que se nos han escapado. Gracias a un software de conversión de archivos (All to all converter, db Power Amp, etc.), podremos convertir nuestro archivo wav definitivo a mp3 para enviarlo por correo electrónico a los demás miembros del grupo, colgarlo en redes sociales, en Myspace, etc. Lo malo es que una vez hayáis acabado encontraréis fallos leves una y otra vez, por lo que es probable que tengáis que repetir más de una vez las fases finales del proceso. Estoy seguro que os encantará y de que cada vez lo haréis mejor, todo es practicar. Suerte…
Por Freebird |
Última actualización el Miércoles, 18 de Noviembre de 2009 21:14 |