King Crimson - In the Court of the Crimson King (1.969)

El álbum comienza con "21st Century Schizoid Man", una entrada de guitarra distorsionada, una voz supertocada de efectos y toda una banda al unísono experimentando. Nunca mejor dicho, el título de esta canción le viene al pelo, ya que en ocasiones he comprobado que si le pones esta canción a un gran número de oyentes le parece muy actual, y resulta curiosa su expresión cuando les dices que son King Crimson y es el año 69 . Para romper la monotonía a los pocos minutos el tema se dispara en un cambio supercañero con tintes jazzísticos que nos perturba, con un bajo demoledor que siembra un halo detrás de la guitarra de Fripp que trata de vislumbrar el sendero y termina por destartalarnos . El pasaje de esta canción de más de siete minutos termina por culminar con toda la banda aportando sonidos, como el mellotrón o la flauta. Las paradas de esta canción nos dan una muestra de la genialidad de esta formación, gran dosis de energía bien medida a base de influencias de la música más genuina y con desarrollos del mejor rock de los 60 . La voz retorna distorsionada, el hombre esquizofrénico del siglo XXI, visionarios no solo en su música, el mensaje no puede ser más claro y lleno de presagios. Termina pronto a pesar de su duración, los adornos de la terminación nos sumergen en la claridad del siguiente corte, “I talk to the Wind”.
Este disco ha sido descrito como una misteriosa obra maestra. Los contrastes son algo que aporta una dimensión más profunda a su música. En el segundo corte las dobles voces son mucho más comedidas, la batería sigilosa con tintes clásicos y la flauta , acrecentan ese halo de misterio en su música. La imaginación lleva a la quinta esencia musical sus posturas psicodélicas y eléctricas, dotando a su música de una gran riqueza visual con un buen número de instrumentos y sabiendo gozar de su parsimonia ecléctica hacen volar nuestra mente en esta balada de melancolía.
Para continuar el disco , Epitaph, comienza con una de esas entradas puramente clásicas, de tonalidad pesimista donde las haya, pero que rebosa sentimiento. La voz se convierte en la protagonista en un principio, aunque no tardan en acompañarle los demás instrumentos, hasta poco a poco ir dotando de más fuerza a la canción. El sentido musical de madurez en este disco nos da una idea del nivel de calidad de una banda que se convertiría en poco tiempo en una referencia a nivel mundial. Con este disco alcanzarían el puesto 5 en las listas inglesas y el puesto 28 en los Estados Unidos.
Siguiendo con el disco entramos en Moonchild. Una canción que de entrada no podemos evitar que nos recuerde a muchos intentos de creación y originalidad de artistas actuales que tratan de divagar en nuevas sensaciones sin poder evitar echar mano de obras influyentes como ésta.
Este tema es un lamento, en línea con la melancolía del álbum, donde su cantante se regocija en su continencia y apenas destaca. Las percusiones cambian, de pronto una atmosfera de sostenible musicalidad en los teclados, digna de los mejores años lisérgicos de la psicodelia, un ápice de guitarra en la lejanía, un silencio perturbador que nos hace pensar, una cariacontecida imagen de estructura marcadamente elitista por su atrevimiento musical, sin parecer obnubilada, arrebata el sosiego de nuestra mente. Complejo en su desarrollo es una de las facetas que catalogan a King Crimson como un grupo de difícil escucha, aunque yo más bien diría que se trata de una banda que va más allá de las sensaciones habituales de la música rock, para adentrarse en terrenos musicales donde la sensación la marca tu estado anímico general y tu intención de ahondar en tu propio ego musical.
Para terminar la obra, The Court Of The Crimson King, título homónimo que finaliza el álbum, aporta ese toque de intensidad necesario para dejarnos con buen sabor de boca. La voz se atreve a convertirse en mayor protagonista, la batería rezuma dotes de virtuosismo en su toque clásico. Todo ello sin prisas. El rey púrpura somete a sus oyentes a un estado cataléptico, con unos coros que nos hacen entrar en trance. La flauta, presente en todo el álbum, nos deleita una vez más con una filigrana extrovertida. La banda se propone terminar con una demostración de clase ,en un desarrollo que aporta la sensación de que hemos asistido a un ejercicio de meditación y extraordinaria puesta en escena. Un mundo de paz interior nos sosiega, la batería vuelve a retumbar en nuestra cabeza. Esa parada , un final apoteósico para una banda de inimitables.
Antes de quitar el disco no podemos evitar volver a enchufar 21st Century Schizoid Man. ¡Qué grande es el Rock!